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martes, 30 de marzo de 2010

Burocracia de la Iglesia Católica

Mi hermana planea contraer matrimonio. Como es una persona bastante conservadora, quiere que el matrimonio se realice por la vía religiosa. Sin embargo ella vive en la ciudad de Cochabamba, y su prometido vive en La Paz; por lo que ella quiere casarse en La Paz. Para ello salio de viaje a La Paz. Todo salia según lo había planeado, pero cuando ella y su prometido fueron a la iglesia (por ética no mencionare el nombre) a pedir una fecha para la celebración del matrimonio, cual su sorpresa al enterarse de que, a pesar de que el novio era un feligrés de aquella iglesia, necesitarian la autorización de la parroquia cercana al domicilio de mi hermana.
Tratando de que su matrimonio no se retrasara más de lo debido, mi hermana acudió a la parroquia, donde le dijeron que no le darían la autorización si antes ella no realizaba los cursillos de preparación matrimonial. Ella trato de explicarles que esos cursillos los realzaría en La Paz, ya que pensaba casarse y, más aún, vivir el aquella ciudad. Vano fue aquel intento de explicar su situación, le dijeron que tendría que volver con una certificación de la iglesia donde contraería matrimonio, en la cual constara que ella realizo el cursillo de preparación matrimonial.
Cuando mi hermana me relato estos sucesos, mi primera reacción fue la sorpresa que luego fue seguida de algo de escepticismo, para posteriormente ser reemplazada por la certeza y la indignación. Entonces me pregunte ¿por qué aquellos curas ponián obstáculos a la unión de dos personas que se aman? Al indagar un poco más encontre la respuesta, y era la siguiente: la realización de aquellos cursillos tenía un costo valorado en dinero.
Era muy simple, ¡solamente querían dinero!
El dinero, el exeso de codicia de algunos clérigos, la aplicación estricta de las normas, el centralismo, etc, ha hecho que las instituciones de la Iglesia Católica se conviertan en una burocracia muy parecida a la existente en la ya desaparecida Unión Soviética. Es necesaria una renovación de ideas al interior de la Iglesia, que vuelva a tener valor el alma humana más que el dinero o la propia institución.

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